Disuélveme despacio el fuego rojo del vientre que de sorpresa me aprovecha el ahondamiento suave del chocolate. Quinta pared que la mente cede.
Se impregna la mejilla con la húmeda anguila anhelada boca. Te acaricia los flancos los dedos. la pulpa fértil de los glúteos las manos.
Apriétame a eso que tus hábitos tienen debajo confiscado que como la luna a la tierra se atrae la marea.
El océano que tienes en el pecho se infringe espumoso sobre la tela de una camisa planchada. la del lumbar, sobre los míos.
Como creta al torno segundas mi cuerpo. sobre un perno invisible ruedas. Pliegos de seda me envuelven. Espirales ascendientes que plasman los senos.
Y mientras lento me libero de jaulas tejidas el miembro que juega entre nalgas esclavas, tu rostro se alza con cabellos de sierva.
Y cada respiro tuyo semeja un llanto.
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